Hay que exponer nuestros puntos de vista
sobre algunos conceptos fundamentales para la mejor comprensión de nuestras
propuestas.
Por educación formal entendemos el esfuerzo social organizado tendiente a la gestión del potencial humano para lograr su máximo desenvolvimiento, sobre el supuesto de que todos los seres, y especialmente el hombre, están animados por un impulso permanente de desarrollo de sus capacidades y habilidades, al cual llamamos trascendencia. (Wilber, 2000).
Básicamente sostenemos que el ser humano es un individuo “tricerebrado” (Naranjo, 2005) y que el potencial humano consiste en las facultades intelectuales, afectivas y espirituales, motivo por el cual afirmamos que el proceso educativo debe proponerse el desarrollo equilibrado de esa energía creadora mediante la transformación de la información en conocimiento necesario y suficiente para generar acciones conducentes a mantener y desarrollar la vida individual y colectiva en condiciones de sustentabilidad o armonía con la naturaleza.
Pensamos que si bien la educación deriva de todos los procesos de interacción
social que se dan en un espacio y tiempo determinado (actualmente la sociedad
global), son tres los agentes educativos: la familia, la escuela y los medios
masivos de comunicación.
Correspondiendo a la primera la estructuración básica del carácter y a los segundos el refinamiento y orientación del mismo de acuerdo con fines y valores sociales específicos. En estas condiciones, estimamos que la educación formal debe abandonar la orientación predominantemente racional que le ha impuesto la modernidad con base en paradigmas limitativos y asumir a plenitud el desarrollo integral u holista de la persona.
Ello implica reformar de manera paulatina
los sistemas educativos en todas sus modalidades y niveles, tarea para la cual
la educación superior debe asumir un papel directivo y protagónico.
Consecuentemente, en la coyuntura actual la misión de la Universidad se puede esquematizar en estos puntos fundamentales:
1) Generación de conocimiento útil para la
vida individual y social tendiente a la elevación del nivel de conciencia
propio de la sociedad creativa.
2) Investigación y planteamiento de directrices, método y condiciones tendientes a la transformación ordenada y paulatina del sistema educativo en su conjunto.
Para cumplir esas funciones proponemos que la Universidad desarrolle un nuevo tipo de investigación y enseñanza-aprendizaje basado en los paradigmas de la Revolución Científica actualmente en proceso que conforman la llamada “educación holística”.
La Universidad, instrumento de cambio:
El origen y destino de la Universidad se
entreteje en la compleja trama del tejido social porque la educación superior
es producto de fuerzas vitales que empujan al desarrollo, a la vez que impulso
intelectual y volitivo de transformación social. Contrariamente a la idea que
se tiene de las universidades como asientos y reservorios de la tradición, las
instituciones universitarias surgen a la vida con el signo del cambio, lo cual
nos compromete a asumir una nueva misión de la Universidad congruente con las
grandes innovaciones de nuestro tiempo.
En la Baja Edad Media surgen las
universidades europeas para plantear y resolver los problemas de entonces: el
tránsito de la organización feudal a la vida urbana, promoviendo el necesario
equilibrio entre la Iglesia y las nacientes instituciones civiles, a través de
la reelaboración del Derecho romano como instrumento para dirimir los
conflictos con independencia del canon eclesiástico. Asimismo las universidades
medievales aportaron los expertos requeridos para la solución de las
intrincadas cuestiones filosóficas y teológicas en que se jugaba la suerte del
dogma religioso, en un tiempo de desestabilización causada por las luchas
de poder entre las facciones a favor y en contra del papado; entre el
imperio y la Iglesia, entre la economía monetaria y la prohibición eclesiástica
de la usura y, más tarde, entre el reconocimiento y la condenación de los
movimientos de reforma, perturbadores todos ellos de la élite intelectual. La
educación universitaria aportó entonces la fórmula imaginativa para el
encuentro de soluciones.
En el Renacimiento, cuando Europa
redescubrió el pensamiento filosófico y científico de la antigüedad y encaró el
reto de descubrir la verdad a través de la experiencia, las universidades
pioneras de Bolonia y París tipificaron las dos funciones principales que las
universidades deberían desempeñar en el curso de su historia: por un lado,
establecer los cimientos teóricos del conocimiento impartido, sometiéndolo a un
análisis crítico y expandiéndolo; y por otro, suministrando la capacitación
teórica para la solución práctica de los problemas importantes de la sociedad
(Zonta, 2005).
A finales del siglo XVIII apareció un
concepto de enseñanza que las universidades tradicionales eran incapaces de
proveer, en virtud de que el nuevo conocimiento debería ser productivo y su
utilidad medida en términos de la eficiencia de sus aplicaciones
prácticas.
Frente a esa exigencia, el modelo de la
Universidad de Berlín propuesto por W. Von Humboldt y aún vigente en alguna
medida, aportó la solución al confirmar:
La función de las universidades como depositarias
del conocimiento puro , la búsqueda de la verdad, pero sin excluir el aspecto
práctico, en la convicción de que la adquisición del conocimiento es, en sí
misma, un proceso educativo: una educación universitaria que capacita a los
estudiantes para adquirir conocimientos y busca producir al mismo tiempo nuevo
conocimiento. Se promueve la educación por medio del conocimiento o se forma a
los estudiantes a través de la información. (Renaut, 2005.).
La crisis de la universidad
humanista:
Como muchas otras cosas, la posguerra de
1945 trajo un cambio drástico en el concepto de universidad. El desarrollo de
la tecnología, la transición de la sociedad industrial a la de la información y
ahora del conocimiento, hace necesario abrir las universidades a grandes
contingentes de estudiantes, provocando su masificación. Actualmente la
sociedad está tratando de encarar una era de gran apertura, movilidad y
disponibilidad ilimitada de comunicación asociadas a la globalización, incluida
la necesidad de respetar las diversidades culturales y preparar adecuadamente a
los individuos para sobrevivir en una realidad supranacional de fronteras
difusas.
Dentro de esta corriente general de
acontecimientos, el sistema educativo en su conjunto se aproxima cada vez más a
los postulados del neoliberalismo según los cuales la educación se entiende
como un servicio privado cuyo valor fundamental es económico, porque
paradójicamente en la era del conocimiento la formación de personal, entendido
como mano de obra, así como la innovación, se consideran como “capital humano”, similar, aunque
superior, al capital financiero, fundamentalmente en lo que se refiere a los
llamados “analistas simbólicos” (Reich,
1993), que demandan estructuras de elaboración, canalización y difusión de
conocimientos de alto contenido científico y tecnológico.
Desde sus inicios, la educación superior
siempre ha pretendido la formación profesional del personal calificado que
demanda la sociedad, pero lo había venido haciendo de forma paralela a su
formación general y cultural orientada a lo que se llamaba el “ciudadano”. En cambio, conforme a los
criterios neoliberales, el prototipo se ha deslizado al del “producto” demandado por el consumidor:
empresas e instituciones. Consecuente con ello, la tendencia a nivel mundial es
la estandarización de los métodos y contenidos educativos, la descentralización
regional, la “gestión empresarial” de
las escuelas y la “profesionalización”
de los docentes exigida por la competitividad propia del mundo
globalizado.
Las organizaciones internacionales no son
ajenas a estos propósitos al imponer evaluaciones y comparaciones de
rendimiento académico para apoyar el impulso globalizador, desempeñando
funciones de centralización política y normalización simbólica orientadas a la
imposición de un modelo hegemónico mundial. (Corrales Ayala, 2006.).
Dado que la doctrina del capital humano no
define al trabajador en términos de empleo sino de aprendizaje acumulado y de
aptitud de aplicarlo a nuevas situaciones bajo el concepto de “empleabilidad individual”, se considera que el sistema
educativo debe preparar fundamentalmente para cuestiones de “incertidumbre”, y en la nueva
pedagogía “flexiblemente estructurada”
las nuevas tecnologías, fundamentalmente las informáticas, constituyen la
propedéutica apropiada.
Es así como el título universitario o diploma
escolar pierde progresivamente relevancia simbólica, puesto que ahora se
considera el conocimiento como un
“producto perecedero” que debe reciclarse continuamente por medio de la
educación permanente, a lo que contribuye la evaluación de las competencias
profesionales y la intervención creciente de las empresas en la determinación
del currículo académico o, incluso, en la impartición misma del
aprendizaje.
Así pues, los valores tradicionales de la
universidad: libertad de cátedra y de aprendizaje, elección individual de
carrera, formación para la libertad, independencia de criterio y formación
integral de la persona, son sustituidos por los nuevos valores de la eficacia,
la movilidad, la dependencia y, sobre todo, el valor económico (Laval, 2004).
En estas condiciones, la educación formal
más que formar para obtener un diploma que permita adquirir un empleo, debe
formar para la adquisición de competencias de base mercantil (marketable Skills), que hagan posible
la adaptación permanente del asalariado a las transformaciones económicas y a
las necesidades del mercado (Laval, 2004). Se perfila así el paso de la lógica
de los conocimientos que ha sido distintiva de la formación universitaria, a la
lógica de las competencias propia del mercado.
Una necesaria consecuencia de esta
concepción empresarial radica en la creciente privatización de la enseñanza en
todos sus niveles, debido por una parte a la imposibilidad en que se encuentra
el presupuesto público para financiar los elevados costos de la educación, y
por la otra al atractivo que ofrece el mercado de la educación, uno de los más
grandes del planeta, que requiere un financiamiento privado a gran escala,
cuyas posibles modalidades podrían consistir, o bien en un incremento de los
derechos de escolaridad para los estudiantes, en un sistema generalizado de
préstamos o en un estímulo fiscal de las empresas. (Alternatives economiques, en Laval, 2004).
No es difícil entender por ello la
globalización del mercado educativo, inscrito en la liberalización de los
intercambios y en el desarrollo de nuevas tecnologías de la información y
comunicación. La tendencia es la competencia más directa de los sistemas
educativos nacionales dentro de un mercado globalizado que estimula la utopía
de una vasta red educativa mundial transfronteriza y postnacional, sobre todo
en los niveles superiores de la educación, lo cual ya constituye un postulado
de la política europea de educación universitaria.
Nuevos paradigmas:
Sin apartarse explícitamente del esquema
neoliberal, han surgido diversos paradigmas que pretenden orientar la educación
superior conforme a fines e intereses específicos y armonizar la “profesionalización” con la formación
general. Dentro de ellos destacan dos que habremos de resumir brevemente:
a) El modelo europeo: Surgido a raíz de la creación del Mercado
Común Europeo para aumentar la pertinencia de los estudios universitarios en el
mercado de trabajo y facilitar el reconocimiento de titulaciones y habilidades
en los países de la UE, así como para devolverle a Europa el lugar de
privilegio que mantuvo por muchos años como sitio de atracción de estudiantes
de múltiples naciones. Ambos propósitos originaron el compromiso político de
los países miembros de la UE de iniciar una reforma a fondo de carácter
estructural de sus sistemas de educación superior, cuyo resultado se ha
concretado en el llamado Proceso de Bolonia, surgido de la Declaración del
mismo nombre de 1999, que tiene como objeto la creación de un espacio europeo
de enseñanza superior coherente, compatible y competitivo para 2010. Dicho
proceso cuenta con objetivos específicos, entre ellos la creación de un marco
de referencia común para las titulaciones; la generalización de los niveles de
grado comparables, a fin de permitir el acceso tanto al mercado laboral como al
posgrado; un sistema compatible de créditos académicos; un esquema de
aseguramiento de la calidad a escala europea y la eliminación de obstáculos
para la movilidad de los estudiantes (Haug, 2005). Importa destacar que el modelo
europeo constituye un valioso ejemplo de cómo es posible encarar con éxito y en
un plazo relativamente corto –un decenio- la mejora de la educación superior,
cuando hay voluntad política y cooperación entre todos los involucrados.
b) Hacia
un modelo latinoamericano: La educación superior
latinoamericana, especialmente en el nivel de licenciatura, es heredera de la
tradición europea y esa proximidad ha conducido a los jefes de Gobierno y
Estado de la Unión Europea y de América Latina y del Caribe a declarar su
intención de construir el Espacio Común de Educación Superior UEALC análogo al
proceso europeo y con base en un loable esfuerzo por parte de varias
universidades de Latinoamérica.
La crisis de la civilización:
La crisis de la universidad humanista a la
que nos hemos referido se produce dentro de otra de mayores dimensiones que
abarca toda la cultura occidental moderna. Como es sabido, ésta tiene sus
antecedentes en el Renacimiento cuando se cuestiona el pensamiento medieval y
se postula la observación directa de los fenómenos y su manipulación a través
del experimento, origen de la ciencia experimental que, a través de varias
centurias, ha conducido al mundo a niveles de desarrollo material sin
precedentes en la historia. No obstante, en el núcleo del pensamiento
científico se esconden limitaciones y dificultades provenientes de sus
paradigmas básicos que, poco a poco, han venido aflorando como causas profundas
de la problemática contemporánea que nos agobia por su magnitud y la
imposibilidad no sólo de resolverla, sino de plantearla adecuadamente. En
nuestra opinión, la esencia de la crisis radica en la contradicción básica
existente entre diferentes aspectos de la cultura, origen de profundas
disociaciones de las facultades humanas que en el nivel individual provocan
esquizofrenia, en tanto que en la sociedad se manifiestan como prácticas
aberrantes opuestas a los intereses profundos de la vida. Sólo como una
muestra ilustrativa de este fenómeno nos referiremos a algunas de esas
paradojas:
- Conocimiento-desinformación: El
desarrollo de la informática paradójicamente ha abierto horizontes
ilimitados a la posibilidad de información para todos, a la vez que ha
hecho más difícil el acceso al conocimiento, tanto por la dificultad de
discriminación de los datos como por la relatividad creciente de la verdad
científica.
- Democracia-totalitarismo: Como
consecuencia de lo anterior, la democracia se ha convertido en la forma
más difícil de gobierno por la imposibilidad de satisfacer su esencia,
consistente en la participación informada de todos en la conformación de
la voluntad general, condición casi imposible de cumplir dada la cantidad
abrumadora de información no discriminada y la complejidad creciente de
los problemas, difíciles aún para los especialistas.
- Naturaleza-máquina: El
progresivo descubrimiento de los nuevos y asombrosos misterios de la vida
para los que las ciencias positivistas no tienen repuesta, como los de la
correspondencia instantánea a nivel subatómico y entre fenómenos naturales
(“el vuelo de una mariposa en Brasil causa un tornado en Texas”), entre
otros muchos, nos conduce al “reencantamiento del mundo” (Bergman, 2000),
contradicho por la brutal agresión a la Naturaleza que nos precipita a la
catástrofe ecológica.
- Integración: El
extraordinario progreso de los medios de comunicación y transporte
favorece la aproximación de pueblos e individuos con independencia de sus
particulares condiciones y conduce a la integración de la humanidad en una
comunidad mundial, a la vez que resurgen viejos fundamentalismos, odios y
rencores no sólo entre pueblos y culturas, sino entre los mismos
integrantes de nuestras comunidades.
- Abundancia-pobreza: El
progreso tecnológico ha resuelto la oposición maltusiana entre incremento
poblacional y aumento de bienes y servicios, de manera que actualmente
dispondríamos de satisfactores suficientes para alimentar a todos los
habitantes del planeta, no obstante lo cual sólo la quinta parte de la
población mundial los recibe y se ensancha la distancia entre los que más
ganan y los que menos tienen, aún en los países supuestamente
desarrollados.
La cultura científica:
Las convicciones determinan la conducta
individual y las ideologías mueven a los pueblos. El meollo de la cultura moderna
es el pensamiento científico conformado por los paradigmas de la ciencia
provenientes de los siglos XVI y XVII, de manera que es allí donde debemos
buscar la fuente de nuestras contradicciones llevadas al extremo por al recurso
formidable de la tecnología para otorgar realidad a nuestros pensamientos. Sin
embargo, de acuerdo con el teorema de la incompletitud (Gödel, 1981), ningún
sistema puede fundarse a sí mismo, motivo por el cual los axiomas fundamentales
de la ciencia son indemostrables por el método científico. A continuación
ensayaremos una brevísima síntesis de ellos (Diesbach, 2005):
La noción científica de la realidad tiene
sus orígenes en la revolución del pensamiento del siglo XVI, cuando Sir Francis
Bacon con el propósito de conferir al hombre poder sobre la Naturaleza, postuló
la ciencia como posibilidad de predecir para poder actuar, fundada
exclusivamente en la observación y experimentación de los hechos que pueden ser
captados por los sentidos.
“Es necesario poner a la Naturaleza sobre el potro de tormento para
arrancarle sus secretos”
Fue su máxima, que con el tiempo habría de
llevar a desproveer a la Naturaleza de vida y entenderla con la metáfora de la
máquina, desechando la filosofía de las culturas tradicionales que siempre
entendieron al Universo como un gran organismo pleno de vida.
Más tarde, René Descartes habría de
avanzar por este camino postulando la división absoluta e infranqueable entre
materia y espíritu; la primera como único objeto de conocimiento por parte de
la ciencia, y la segunda como reino exclusivo de la religión, separación que ha
desgarrado a Occidente durante centurias.
En la filosofía cartesiana este abismo se
reproduce en el seno mismo de la observación científica al postular al
científico como mero observador absolutamente ajeno al objeto de observación,
error que aún subsiste fuera del ámbito de la Física Cuántica y relativista.
La teoría reduccionista postulada por
Newton en el siglo XVII impone la necesidad de descomponer los objetos en sus
partes constitutivas para estar en aptitud de conocerlos, erigiendo el método
analítico en el instrumento de la ciencia, lo cual ha impedido penetrar en el
secreto profundo de la realidad, una e indivisible, con el error adicional de
pretender explicarla por el comportamiento de sus elementos más simples: la
psique por el cuerpo, la biología por la física, el Universo por el átomo, y
así sucesivamente, en reducciones cada vez más desprovistas de sentido, hasta
llegar al absurdo de que las ciencias humanas hubieron de adoptar los métodos
cuantitativos de las ciencias físicas en el intento de justificar la “calidad científica” de sus
estudios.
Propio de esta actitud es el sentido
mecanicista del Universo, según el cual bastaría conocer a detalle la situación
que el mismo guarda en un momento determinado para poder predecir con absoluta
precisión su futuro, como pretendía el astrónomo francés Laplace. La
metodología analítica con valor epistemológico de dividir el todo en partes
para conocerlo mejor adquirió carácter ontológico al postular la fragmentación
como inherente a la realidad. Así, el Universo no sólo fue analizado a la
manera de una máquina, sino que se convirtió en una máquina con el reloj como
metáfora.
La visión fragmentada, mecánica,
reduccionista, positivista y unilateral de estos pensadores adquirió gran
predicamento y se extendió a la sociedad en su conjunto, influyendo en la
educación, la economía, la política y la cultura. La ciencia moderna ha tenido
gran éxito en el desarrollo material y tecnológico, no exento de profundas
contradicciones; ha transformado de raíz el perfil de la vida humana, ha
modelado a su manera todos los campos de la actividad y, en una palabra, se ha
convertido en la cultura predominante, al punto de poder afirmar sin mucha
exageración que la civilización moderna se escribe en lenguaje matemático, su
emblema es el algoritmo y sus postulados proporcionan la clave de nuestras
graves disfunciones, como lo expresa un autor: “Ahora se reconoce que la raíz de los problemas que estamos viviendo se
encuentra en un problema de percepción de la realidad”.
Pero lo más grave es que “La ciencia que deriva de este modelo no
reconoce los valores superiores, tales como la conciencia espiritual, los
sentimientos de amor, las necesidades estéticas, el sentido de la igualdad, la
imaginación creadora, el respeto, la cooperación, el diálogo y la complejidad”.
José Ortega y Gasset (2004) acuñó una
metáfora sumamente útil para comprender intuitivamente la situación de nuestro
tiempo:
La cultura es
el esfuerzo permanente que un nadador realiza para mantenerse a flote.
La educación holista:
La Declaración de Venecia formulada por la UNESCO en 1986
(Gallegos, 2001), contiene reflexiones sumamente valiosas para lograr el cambio
educativo en el siglo XXI, entre las cuales destacan las siguientes:
- Nos encontramos en una profunda
revolución en el campo de la ciencia.
- Existe una gran brecha entre la
nueva ciencia y los valores que siguen prevaleciendo en la filosofía, las
ciencias sociales y la vida en las modernas sociedades.
- Esta discrepancia es un
profundo peligro para la supervivencia de la vida sobre la Tierra.
- El conocimiento científico
actual ha alcanzado un punto donde puede empezar a integrarse con otras
formas de conocimiento, como las tradiciones, la espiritualidad, etc.
- La nueva ciencia abre una nueva
visión de la humanidad.
- La nueva ciencia propone el
modelo transdisciplinario.
- La manera convencional de
enseñar la ciencia a través de una presentación lineal enmascara la
separación entre la ciencia de frontera y las visiones obsoletas del
mundo.
- Existe la angustiosa necesidad
de nuevos métodos educativos que surjan de lo más nuevo del progreso
científico.
- Aplicar esta visión es
esencial.
En este tiempo de crisis y profunda
transformación, la educación constituye nuestra mejor esperanza: “La transformación de la educación es el
mejor puente hacia un futuro mejor” (Naranjo, 2005). La educación promete
lo que ya no pueden hacer por el hombre de nuestro tiempo las religiones
fundamentalistas, la tecnología y los movimientos esotéricos en uso. Porque
necesitamos el equilibrio entre nuestros tres cerebros: instinto, intelecto y
emoción, responsables de nuestro pensar, nuestro sentir y nuestro hacer
(Naranjo, 2005), base de la misión propuesta por la UNESCO para la educación,
consistente en cuatro tipos de conocimiento: saber ser, saber conocer, saber
hacer y saber convivir (Delors, 1998).
Lejos de constituir un lujo, una educación
nueva, una educación de la persona entera para un mundo total- es una necesidad
urgente, y es también nuestra mayor esperanza: todos nuestros problemas se
simplificarían enormemente sólo con poder alcanzar una verdadera salud mental,
ya que ésta conlleva una auténtica capacidad de amar.
La paz individual es la base sobre la que
se asienta la paz del mundo. Un individuo no puede verdaderamente considerarse
completo si carece de una visión global del mundo, si no posee un sentimiento
de hermandad. Necesitamos una educación que lleve al individuo hasta ese punto
de madurez en el que, elevándose por encima de la perspectiva aislada del
propio yo y de la mentalidad tribal, alcance un sentido comunitario plenamente
desarrollado y una perspectiva planetaria. Necesitamos una educación del yo
como parte de la humanidad, una educación del sentimiento de humanidad.
(Naranjo, 2005: 153 y 155).
Pensamos que la educación superior es el
punto crítico para la transformación del sistema educativo en su conjunto,
porque es el nivel donde pueden y deben asimilarse, investigarse y difundirse
los conceptos esenciales de la nueva ciencia y de la educación holista, así
como discutirse las metodologías apropiadas para aplicarse a los niveles
inferiores. Por ello, el tema de la presente ponencia se circunscribe a la
caracterización sucinta de la educación holista universitaria, adoptando para
ello los niveles establecidos por la UNESCO (Delors, 1997) como principio ordenador
de su exposición.
El saber ser:
La educación holista universitaria
reconoce todas las fuentes de conocimiento en el diseño de planes y programas,
sin limitarlo al aprendizaje propio del intelecto sino abriéndolo a los
aspectos afectivos cuyo descuido en los actuales sistemas de enseñanza produce
personalidades poco integradas que fracasan en el ejercicio profesional- así
como al vasto campo de la experiencia espiritual.
Es preciso hacer notar que la
espiritualidad a la que nos referimos es distinta no sólo del adoctrinamiento
confesional sino también de la teoría o historia del fenómeno religioso, que
pueden o no formar parte del currículo según la orientación confesional de las
universidades.
El saber hacer:
La comprensión cabal de las etapas de la
evolución humana hace imposible todo retroceso en la adquisición de nuevas
facultades, capacidades y habilidades. El desarrollo tecnológico es tal vez el
mayor logro de la modernidad porque abre horizontes ilimitados a la acción
humana pero a un costo demasiado alto. El peligro no radica en las
posibilidades de acción que proporcionan las tecnologías, sino en el tipo de
hombre formado por la educación basada en los postulados erróneos de la ciencia
moderna. Los nuevos paradigmas de la ciencia prometen revertir las
consecuencias negativas, tanto las que agreden a la naturaleza como las que
dañan a la sociedad y el individuo. La sociedad requerirá de competencias
profesionales más complejas, con componentes no sólo tecnológicamente más
sofisticados, sino con mayor capacidad de cooperación, trabajo y organización
en equipos más eficientes y con mayor creatividad, acordes con el nuevo
paradigma de la totalidad y no exclusión. Ello será posible gracias al mayor
equilibrio, desarrollo y refinación del centro emotivo que supere la
competencia destructiva y estéril de la cultura contemporánea.
El saber convivir:
La madurez emocional está íntimamente
vinculada con la educación para la convivencia. El objetivo que persigue la
educación afectiva es el desarrollo de la capacidad de amar, que implica el
amor a sí mismo, a los demás y a la naturaleza, facultad actualmente perturbada
a causa de las reglas ocultas de las familias disfuncionales. (Corrales Ayala,
2006 a). El desarrollo de las modernas terapias y tecnologías permitirá
disponer en las universidades de laboratorios de comunicación humana donde se
fomente y facilite la autocomprensión en un contexto de conciencia
interpersonal y aprendizaje comunicativo (Naranjo, 2005). La adhesión a los
valores de la convivencia es producto espontáneo del desarrollo interior por lo
que no puede ser objeto de prédica e imposición. La educación holista en sus
diferentes grados ayuda a la auténtica interiorización de los valores de la convivencia.
El amor a la Naturaleza nace de la
comprensión profunda de la común esencia de todos los seres vivos, que propicia
el respeto y la cooperación para beneficio propio y para la conservación y
renovación de los recursos naturales. La eco educación proviene no de agregar a las disciplinas
reduccionistas del ambiente la idea de la sustentabilidad, sino de hacer de ésta un corolario del nuevo
paradigma de la totalidad y la participación del hombre en la economía cósmica.
La sustentabilidad es una forma de vida basada en el principio de que hay
satisfactores disponibles para todos si aceptamos vivir con lo suficiente, por
lo cual es preciso saber determinar qué es lo suficiente por medio de reconocer
límites, basados en nuestras necesidades reales.
El factor fundamental para vivir en una
sociedad sustentable es la educación, porque la sustentabilidad requiere de
conciencias preparadas para un nuevo modo de vivir alejado del consumismo, que
no es una relación con las cosas, sino un modo vicario de interactuar del ego
con sus necesidades naturales insatisfechas.
Para una mejor comprensión de las
características de la educación holista, incluimos un cuadro comparativo:
EDUCACION
MECANICISTA
|
EDUCACION
HOLISTA
|
Interdisciplinariedad
|
Transdisciplinariedad
|
Fragmentación
del Conocimiento
|
Integracion
del Conocimiento
|
Sistématica
|
Holista
|
Empírica-analítica
|
Empírica-analítica-holista
|
Desarrollo
del pensamiento
|
Desarrollo
de la inteligencia
|
Cientificista-dogmática
|
Laica-espiritual
|
Reduccionista
|
Integral
|
Centrada
en enseñar
|
Centrada
en aprender
|
Currículo
estático predeterminado
|
Currículo
dinámico indeterminado
|
Currículo
centrado en disciplinas
|
Currículo
centrado en preguntas
|
Centrado
solo en la ciencia
|
Centrado
en el conocimiento humano
|
Cambios
superficiales de la conducta
|
Cambios
profundos en la conciencia
|
Disciplina
académica
|
Campo de
indagación
|
Psicología
mecanicista
|
Psicología
transpersonal
|
Indaga la
dimensión externa-cuantitativa del universo
|
Indaga la
dimensión externa-interna cuantitativo-cualitativa del universo
|
Solo
existe la inteligencia lógico-matemática
|
Existen
múltiples inteligencias
|
Fundada en
organizaciones burocráticas
|
Fundada en
comunidades de aprendizaje
|
Basada en
la ciencia mecanicista de Descartes-Newton-Bacon
|
Basada en
la ciencia de frontera de Bohm-Prigogine-Pribram
|
Paradigma
de la simplificación
|
Paradigma
de la complejidad
|
Conciencia
depredadora
|
Conciencia
ecológica
|
Educación permanente, general y
especializada:
El conocimiento cada vez más profundo de
la materia y sus manifestaciones conduce a una concepción unificada de la
realidad, rompiendo fronteras artificiales entre las diversas disciplinas y los
múltiples campos de la cultura. Los nuevos paradigmas científicos aproximan
cada vez más las ciencias con las humanidades y apuntan al equilibrio entre el
conocimiento intelectual, la sensibilidad estética y emocional y la dimensión
trascendente del ser humano: “Síntesis
que procura la educación holista permanente,
entendida no como “una educación para el cambio”, sino como “una educación en
el cambio”.
El carácter permanente de la educación
holista obliga a modificar el actual sistema de equivalencias y validación de
conocimientos a fin de facilitar el reconocimiento académico del saber y las
destrezas adquiridas fuera de las aulas, previéndose distintas formas de
comunicación entre ambos dentro de un todo coherente que organice las distintas
modalidades a través de articulaciones verticales y horizontales. “El ideal no es que la Universidad sea
educadora de la comunidad, ni siquiera en la comunidad, sino que la comunidad
sea educadora con la universidad” (Salazar Bondy en Tunnermann, 1998:231)
Se requiere también un cambio en la
relación del Estado con la Universidad, basada actualmente en el débil control
administrativo de ésta, sustituyéndolo por una cultura de la evaluación que
prioritariamente se oriente a la evaluación de los paradigmas educativos, a
través de procesos de auto evaluación y de evaluación inter pares que sean modos de comprobar los
resultados de una actividad permanente de apoyo al cambio, y no simplemente
certificación del éxito o fracaso de lo que no ha cambiado: planes, métodos y
programas que no han podido mejorarse sustancialmente porque no ha habido ni la
iniciativa ni el apoyo gubernamental para el cambio de paradigmas.
Sólo sobre esta base se podrá generar la
confianza en las instituciones educativas, tanto las existentes como las nuevas
que se creen, a fin de que la sociedad en su conjunto, incluido el sector
financiero, apoye decididamente el esfuerzo educativo de los países.
¿Realidad o utopía?
La magnitud del cambio inherente a los
nuevos paradigmas científicos, culturales y educativos es tan grande que
parecería irrealizable, pero la revolución científica se encuentra en marcha
con la consecuente transformación radical de la educación que conlleva. No es
ocioso mencionar a este respecto que la Comisión
Internacional sobre Cultura y Desarrollo de la UNESCO, en un proyecto de
informe (Tunnermann, 1998), prevé tres escenarios posibles para la humanidad en
periodos de cuarenta años, desde 1980 hasta el año 2100, referidos
principalmente al ámbito cultural. Según este informe, el primero de esos
periodos está teniendo lugar y se extenderá hasta 2020, dominado por los medios
masivos de comunicación social y las imágenes, no obstante lo cual el flujo de información
predispone la conciencia de los pueblos para lograr su verdadero ingreso a la
sociedad global.
El escenario previsto para 2020-2060 es el
de la sociedad educativa, en el cual se harán esfuerzos importantes a nivel
mundial para erradicar el analfabetismo, las drogas y los sectarismos mediante
la educación de las mayorías, lo cual se logrará a través del uso intensivo de
las tecnologías educativas y la dedicación de los medios de comunicación social
a los propósitos formativos, la planeación racional de las ciudades y la
preservación del ambiente.
Finalmente, a partir del año 2060 se prevé
el comienzo de la sociedad creativa que desencadenará el potencial creador de
la humanidad: Todos gozarán de la educación permanente de carácter humanista y
técnica; la inmensa mayoría de la población tendrá acceso a la educación
superior y el desarrollo sustentable será una realidad.
La humanidad ha estado sujeta a esclavitud
y degradación durante milenios a causa de una cultura patriarcal equivocada que
ha producido daños tan vastos y generales que algunos los toman como la
condición real del ser humano, sin ahondar suficientemente en su verdadera
causa: el tipo de valores prevalecientes en las familias y en la educación,
(Corrales Ayala, 2006 a), magnificado en las últimas centurias por el
pensamiento científico positivista, reduccionista y materialista, ciego a los
valores del espíritu (Naranjo, 2005). Pero la propia ciencia en su desarrollo
está conduciendo a una etapa superior, a la luz de los nuevos paradigmas de la
revolución científica del siglo XXI, con un nuevo tipo de educación: la educación total para un mundo
global. (Naranjo, 2005).
A la educación universitaria le
corresponde el papel estelar en el escenario previsto para los próximos años. Ella
debe constituir la punta de lanza de la educación holística a la que
corresponda el desarrollo de la nueva cultura, la ecocultura o cultura
sustentable, porque es en el nivel educativo superior donde las nuevas
generaciones deben ser modeladas con apego a los paradigmas emanados de la
reflexión científica, a través de planes y programas académicos
transdisciplinarios, integrales y abiertos a la trascendencia.
Conclusiones:
- El porvenir del mundo depende
del futuro que seamos capaces de abrirle a la educación.
- La revolución de los paradigmas
ofrece la oportunidad de desarrollar a través de la educación holista el
potencial humano para ingresar a la sociedad creativa.
- La Universidad debe retomar su
función de liderazgo en la actual coyuntura de cambio de cultura.
Recomendaciones:
- Crear el espacio
latinoamericano de la educación superior para la construcción gradual de
un sistema homologado de educación en los países de la región y la Unión
Europea.
- Preservar el carácter de la
educación como bien público con responsabilidad social.
- Incluir con carácter
prioritario la evaluación de los paradigmas educativos en la cultura de la
evaluación académica.
- Propiciar la mayor colaboración
entre gobiernos y sociedad civil para impulsar la educación superior.
- Desarrollar planes y programas
académicos con base en los postulados de la educación holista.
- Fomentar la investigación
básica en el sector público y la investigación aplicada en el sector
privado.
- Crear polos de excelencia
educativa en regiones clave.
- Incluir la educación de padres en todos los niveles como estrategia de cambio social.





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